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junio 04, 2010

La importancia del conocimiento del estudiante en la práctica hospitalaria.


Hablamos tanto de los errores que comete el personal de salud (hablando de médicos) y no nos hemos detenido a hablar de los errores cometidos por estudiantes de enfermería.


Nuestra responsabilidad como estudiantes no termina en sacar buenas notas y aprobar el semestre; nosotros somos responsables de aplicar correctamente nuestros conocimientos puesto que la vida de los pacientes está literalmente en nuestras manos en ese procedimiento, en ese medicamento, en la vía en la que lo administras, la dosis e incluso las palabras y las explicaciones que das al paciente.


Antes de continuar quisiera dejar en claro 3 conceptos importantes, porque aunque todos están relacionados con un mismo factor que es el daño al paciente cada uno se da por diferentes motivos: la NEGLIGENCIA se refiere al descuido, omisión o falta de aplicación o diligencia, en la ejecución de un acto médico. Es decir, es la carencia de atención durante el ejercicio médico o cuando o esta se desvía de los estándares aceptados en la comunidad médica; la IATROGENIA que se refiere a la alteración dañina del estado de salud del paciente que se deriva de la práctica médica, aun trabajando dentro de los estándares aceptados y la IMPERICIA que a mi parecer es las segunda peor (puesto que la primera para mi es la negligencia) ya que el daño deriva de la falta total o parcial de conocimiento acerca del tratamiento médico.

Siempre escuchamos acerca de las consecuencias de las iatrogenias, negligencias y lo peor de lo peor la impericia de algunos compañeros, pero no es nada comparado con vivir una experiencia tan cercana que puede incluso dejarte marcada de por vida. Hace algunas semanas una de mis compañeras de clase puso en peligro la vida de una paciente de post LUI, aplicando un hormonal inyectable por vía intravenosa (la NORMA OFICIAL MEXICANA NOM 005-SSA2-1993 indica que los HI deben aplicarse vía IM) en realidad no sé realmente el motivo por el que la paciente necesitó el legrado, pero recordemos que un legrado se relaciona con una pérdida considerable de sangre y a esto le aumentamos una cantidad de liquido graso (recordemos que los HI son soluciones oleosas) ¡esta acción pudo haber causado una embolia grasa a esta paciente que únicamente ingresó al servicio por una cirugía ambulatoria y que en teoría debía irse ese mismo día a su hogar! Lo peor del caso es que mi compañera no comunicó a tiempo su error y cuando la cuestionaron negó todo y refirió haber perdido el "medicamento" y la paciente recibió su alta y abandonó el hospital. De no haber sido por otra de mis compañeras que vio el grandísimo error nadie se hubiera dado cuenta (aunque eso la vuelve tan culpable como la primera).

Afortunadamente nuestro instituto escatima en gastos, el HI era de muy baja calidad y su cantidad de estradiol no fue la suficiente para causar la muerte de esta paciente.

Este es solo un ejemplo de las cosas que ocurren en un hospital y la responsabilidad que recae en nuestras manos desde el momento en el que decidimos que queríamos dedicar nuestras vidas a salvar vidas, debemos tener en cuenta que todas las personas que están en el hospital bajo nuestra responsabilidad son hijas (os), mamás, hermanas (os) de alguien y ese alguien podría ser tú.

Recuerda que no importa tanto el numero que marca el promedio en tu boleta, importa el conocimiento acumulado en ti, pues es eso lo que salva vidas.

Yolanda


Hubiera querido no tener que escribir esto. El no tener que escribirlo hubiera significado para mi el haber podido olvidarlo sin problemas, tampoco quisiera tener que escribirlo porque no hubiera querido que pasara. Pero sí algo he entendido hoy, es que es INEVITABLE. “Yolanda” -sólo por ponerle un nombre- y su bebé, de 34.6 semanas de gestación son sólo un reflejo de nuestras carencias no sólo como sector salud, si no cómo país, y mucho más allá, como sociedad en general… La muerte de ese bebé no es nada más ni nada menos que el resultado de una interacción de factores ambientales que desgraciadamente nos convierten en este país en el que, si de por sí, ser mujer es peligroso, estar embarazada lo es aún más. En la escuela aprendemos que una de cada 48 mujeres en los países en vías de desarrollo tiene posibilidades de morir por causas relacionadas con el embarazo mientras que en los países desarrollados la relación es de 1 a 1,800, que la mortalidad materna en México se concentra entre la población que no tiene acceso a la seguridad social y en las áreas de mayor marginalidad, pero eso es ponerlo todo en letras y números que al final del día, no nos dicen mucho, o no nos dicen nada. No puedo evitar hacerme esta pregunta una y otra vez. ¿Por qué murió ese bebé? Sí su médico hizo lo que le correspondía. En otros casos he notado la negligencia médica que es la causante de que se ponga en peligro la vida de la madre o del feto, en otros, es la distancia a un hospital y la falta de acceso a él lo que lo ha ocasionado. Pero esta vez fue diferente. No fue por eso. Aquí lo que falló, a primera vista, fue la madre. La verdad es que Yolanda es una niña, tiene 19 años y este hubiera sido su segundo hijo, es madre soltera, y sobra decir que el nombre del padre es anónimo. Ella no quería otro hijo. No lo quería. No tenía como mantenerlo de todos modos, ni mucho tiempo para cuidarlo. Ella no quería ese bebé. No le importaba. ¿Por qué una mujer en estas condiciones, se volvió a embarazar? ¿Qué acaso no aprendió la lección la primera vez?. Esta respuesta no es tan sencilla. Si bien es cierto que Yolanda tenía todos los factores de riesgo reproductivo preconcepcional los cuales debieron haber sido detectados a tiempo y por supuesto, haber sido controlados con un método anticonceptivo, también es cierto que cada mujer es dueña de su propio cuerpo, y que no se le puede obligar a nadie usar algo que simplemente, no le da la gana usar. O ustedes que piensan, ¿En qué punto termina nuestra responsabilidad y comienza la del paciente? No creo que exista nada más trágico y doloroso que tener que sufrir el dolor de un parto, el cuál está identificado cómo el dolor más intenso que un ser humano puede soportar, para parir un hijo muerto. Yolanda tenía dolor obstétrico desde el viernes. Presentaba una ligera elevación de su tensión arterial y edema generalizado por lo que se envió a segundo nivel. Pero ella decidió no ir. El martes acudió nuevamente por dolor. Tenía actividad uterina de 3 a 4 cm de dilatación. Pero ya no tenía foco fetal, así que ya no podíamos mucho que hacer al respecto. Finalmente no somos más que un país subdesarrollado. Y no por nada, la muerte materna es un indicador de desarrollo social. Es un indicador tan importante, porque es algo que no podemos cubrir. Podemos minimizarlo y maquillar las cifras cómo lo hacemos, de hecho, cómo lo hacemos con todo; pero no lo podemos evitar. Va a seguir pasando. Las madres van a seguir muriendo junto con sus productos porque esa es la realidad. Si no es porque no tengan acceso a un hospital, será porque NO QUIERAN ACUDIR A ÉL. POR QUE NO QUIERAN ATENDERSE. Y aunque suene completamente absurdo para algunos, es real, y eso, es una consecuencia no del sistema de salud, sí no de toda la trama social. Hasta el día en que todas las mujeres de este país logren adueñarse de sus cuerpos, expropiarlos del “que dirán” y de todo lo que las oprime y sean completamente capaces de decidir sobre sus maternidades, asumiendo el compromiso que eso conlleva, y que simúltaneamente tengan acceso a un control prenatal de calidad, y a una atención digna del parto y del puerperio, las mujeres y sus bebés, van a seguirse muriendo en este país y en el mundo.