Cuando una enfermera se convierte en paciente...

julio 25, 2011 2 respuestas humanas
Hola. Hoy voy a hablar de mi cirugía de hace tres semanas. Dicen que no hay peor paciente que un médico o una enfermera (o). Haber estado del otro lado de la camilla fue una experiencia sumamente traumática pero a la vez reveladora. Al ser paciente en el hospital en donde a veces* trabajo me percaté de muchas cosas, algunas solo las confirmé, y otras fueron verdaderamente abrumadoras. El hecho es que me realizaron una apendicectomía  "de urgencia". Y lo pongo entre comillas por que en realidad estuve en el servicio de Urgencias doce horas antes de ser intervenida por que no había espacio en los quirófanos. Y durante el tiempo que estuve ahi, cabe decir, que fui francamente ignorada por el personal de enfermería que laboraba en el turno vespertino. De no haber sido por que estaba conmigo uno de mis amigos que también trabaja ahí conmigo no se que hubiera hecho. Si, es terrorífico, por que no se que hubiera hecho si fuera una persona ajena al hospital que muere de dolor, que no sabe que procedimiento le realizarán y que mucho menos entiende por que se le niega un poco de medicación para el dolor. Yo aun sabiendo lo que se me costaba trabajo aceptarlo y asimilarlo. Pero sí a ese hecho le agregamos el ser ignorados por quienes supuestamente están ahí para cuidarnos, las cosas, enserio, se ponen críticas. Moría de dolor, tenia fiebre y muchisímo frío. Me canalizaron en ese turno dos veces por que perdí una intravenosa ya que no me cambiaron la bolsa de solución fisiológica que tenía y mi cateter se obstruyó. Le pedí al menos diez veces al pseudoenfermero que por favor me la cambiara o se taparía, pero me malcontestaba todo el tiempo diciendo que tenía pacientes mas graves que yo y que cuando tuviera tiempo lo haría. En fin, traté de dormir y dejé de pelear por un rato. Me llevaron a tomarme Rx de tórax y el radiólogo era la persona mas prepotente del mundo, me trató cual leprosa.  Le pedí ayuda para bajarme de la camilla y se negó diciendo que yo tenía que hacerlo sola por que después "las mujercillas como yo van a quejarse de que él las ha toqueteado". El dolor era horrible apenas y me dejaba moverme y mientras yo me bajaba de la camilla y me acostaba en su cama de Rayos X  él balbuceaba estupideces. En esos momentos fantasié con volarle la garganta de un disparo.Una persona nefasta.
Cinco minutos antes de pasar al quirófano la enfermera del turno nocturno se dio cuenta que mi vía no era permeable así que me la tuvo que cambiar. Ese era mi cuarto piquete del día. Entré al servicio de Recuperación donde también fui totalmente ignorada por las enfermeras. Al cirujano que me operó tampoco le vi la cara jamás. Nunca se presentó conmigo ni me explicó que procedimiento me realizaría. La anestesióloga (residente) que me "valoró" por que mas que valoración fue un interrogatorio se empeñaba en decirme "doña Diana" o "señora Diana" a pesar de que en repetidas veces le aclaré que no me llamara señora ni doña. Le pregunté si me sedarían y ella contestó sin mirarme a los ojos jamás "No lo se. Eso se decidirá en la sala"
 Me pasaron al quirófano, me anestesiaron periduralmente, -lo cual es también dolorosísimo y muy traumático- y después me sedaron por que el anestesiólogo de la sala  consideró que yo me encontraba muy nerviosa. Lo siguiente que recuerdo es haber estado en recuperación y haber escuchado la voz de mi novio. Después todo vuelve a ponerse negro y vuelvo a despertar cuando se que son las 7:00 AM por que Jose Luis (el amigo que me acompañó en Urgencias la tarde anterior) ha ido a verme. Nuevamente es él quien me ayuda a incorporarme un poco, y me ayuda a orinar en un cómodo -una experiencia que no quisiera tener que repetir jamás- pero me es imposible hacerlo hasta que me ayuda a sentarme un poco. Me vuelvo a dormir y cuando despierto sigo en Recuperación a pesar de que han pasado trece horas desde que salí de cirugía. Ningún médico, ni cirujano ni antesiólogo me ha revisado ni me ha ido a informar nada ni a mi, ni a ninguno de mis familiares cómo me entero después.En un tiempo considerable más por fin tengo una cama disponible en el piso, así que la enfermera me obliga a pararme y sentarme en una silla de ruedas para que por fin pueda ir a descansar a una cama, por que la camilla, después de 24 horas, estaba aniquilándome la espalda.
Por fin llego a mi cama. La 229 de Cirugía Mujeres. Estaba casi junto al baño lo cual puede ser bueno y no. Pero en realidad para mi era indiferente. Lo que si me agradaba era que estaba lejos del ruido de la central de enfermería y además tenía una ventila de aire acondicionado casi sobre mi cabeza por lo que el calor no sería problema. Una vez ahí me siento mejor. Sí es verdad que comenzaron los dolores de cabeza que nadie pudo explicar por qué comenzaron, también podía tener compañia y algunos amigos y mi familia me visitaron, eso me hacía sentir mejor.Aquí la anotación importante. Cuando uno se encuentra en esa situación de vulnerabilidad extrema, es indispensable la compañía, tal vez podamos prescindir de conversación sí como en mi caso hay fuertes dolores de cabeza o de alguna otra cosa. Pero la compañía, el ser tocados, vistos, sostenidos por las personas que amas, eso es totalmente indispensable para sentir que puedes  volver a ser el de antes.

                                    José Luis, Victor y yo unos momentos después de subir a piso

Muchas veces en la escuela de enfermería y en las charlas académicas se nos habla sobre la calidez, sobre el humanismo. Y es verdad y lo he comprobado, no sabemos el poder que tiene una sonrisa, un "buenos días" hasta que no careces de ellos en un estado de total dependencia y fragilidad. El efecto es completamente distinto sobre un paciente cuando se le atiende de manera amable, aunque se le explique que tiene que esperar un momento o se le de una indicación no muy agradable. En el piso de cirugía tengo que decir que me atendieron al menos un 80% de enfermeros que cumplían esas características. Amables, atentos, sonrientes, dispuestos. Me sentía bien de ser tratada como una persona. De oir mi nombre y no el número de cama cuando pasaban a entregar, o cuando se referían a mi. Y eso lo apreciaba tanto, que poco me importaron los diez piquetes que recibí de más. Mis venas estaban demasiado frágiles, los cáteteres me duraban apenas un día, si no es que horas.
Cómo el dolor de cabeza no cedía las primeras 48 horas de la cirugía me mencionaron algo de que podría deberse a una mala técnica de anestesia. La Dra. Tapia, mi médico residente no sólo sabía mi nombre, también sabía mi caso completo, sabía mi condición de trabajadora del hospital  y también sabía como hacerme reir aunque me doliera reirme en esos momentos. Es ella quien prescribe ergotamina con cafeína por que piensa que lo que tengo es migraña, lo cual resulta ser cierto por que el dolor desaparece y me comienzo a sentir mejor. El moverse era dificil. No podía pararme ni sentarme sola, mucho menos acostarme, necesitaba ayuda para comer, para bañarme, para caminar, para todo. Y sentir esa pérdida de la independencia y de la autosuficiencia fue muy devastador. En verdad comenzaba a sentirme cómo un bulto, y me deprimí un poco. Estuve en el hospital casi una semana por que debido al tiempo de espera que hice en urgencias mi apéndice se perforó y tuve una peritonitis localizada. Estuve en ayuno por tres días y comenzé con una dieta blanda que posteriormente evolucionó en una dieta normal sin irritantes. Los días que estuve ahi lei, escuché música, vi una pelicula, me pintaron las uñas, entre otras cosas. También fue un recordatorio de lo mucho que me ama mi familia, mi novio y mis amigos. Pero más que nada me di cuenta una vez más del poder que tiene enfermería sobre el paciente. Definitivamente fue una experiencia que cambió mi perspectiva de lo que es el SER ENFERMERO (A). El estar de buen humor y ser amable es parte de hacer bien el trabajo, no es una opción. El haber sido paciente fue una gran lección. Moraleja: En los pequeños detalles están las grandes acciones.


*Soy suplente.

2 respuestas humanas:

  • Lola Montalvo dijo...

    Yo tuve una experiencia similar cuando di a luz... y lo único que me decían es que yo, menos que nadie, debía quejarme, si ya sabía lo que era eso... Se me negaba el derecho a quejarme ni a sentir dolor ni a llorar porque el dolor llegó a ser horrorosamente insufrible. Mi primer parto duró casi 40 horas; el segundo 38... a pelo!
    Por ello, a veces, siento auténtica vergüenza ajena de lo que algunos compañeros -los menos, la verdad- pueden llegar a hacer o no hacer en el desarrollo de su labor.
    Desgarrador relato, amiga. Besos miles

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